jueves, 18 de agosto de 2022
Resepa de "Federico" de Ilu Ros.
miércoles, 4 de mayo de 2022
Reseña y análisis de "Rashômon y otros cuentos" de Ryûonosuke Akutagawa
Ficha informativa:
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Título de
la obra: Rashômon y otros cuentos.
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Nombre del
autor: Akutagawa Ryûnosuke.
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Nombre del
traductor: José Kozer.
-
Editorial: Miraguano
Ediciones.
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Año de
publicación: 1987.
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Lugar de
publicación: España.
-
Año de la
edición: 1952.
Sinopsis
del tema:
Esta antología de
relatos consta de los siguientes títulos: «Rashômon», «La nariz», «Kesa y
Maritô», «En el bosque», «El biombo del Infierno», «El cuerpo de mujer» y
«Sennin». El autor, Akutagawa Ryûnosuke, los escribió entre 1915 y 1919. Fue un
escritor neorrealista, — en contraposición a las formas literarias del
naturalismo y las tendencias neorrománticas (esteticismo), que estaban muy
presente en el ámbito literario del momento— que publicó en la revista Shinshichô
(“Nueva corriente ideológica”) de la Universidad de Tokio. Destaca su visión
intrincada y neurótica, a la hora de perfeccionar su estilo literario, desde
una visión crítica del individualismo y la superficialidad hedonista de la era
Taishô (1912-1926) que la tocó vivir.
Akutagawa se inspiró
para estos relatos en los modelos literarios europeos —tanto en su estilo como
en su desarrollo—, pero siempre tratando de brindarles un profundo mensaje y un
contexto tradicionalmente japonés. También es muy característico —dentro de su
estilo narrativo— su intento por resaltar el carácter sensorial en sus relatos,
los recursos testimoniales y subjetivos —por medio del juego con el punto de
vista mediante los narradores—, la intuición y, por último, una visión metafísica
a modo de crítica velada.
Análisis y opinión personal:
En el relato de «Rashômon»
nos encontramos ante un planteamiento moral sobre la dualidad que existe entre
el bien y el mal. Siempre encarnado en las tradiciones y las estrictas normas
morales propias del budismo y del sintoísmo japonés. El protagonista, un siervo
sin amo sorprende a una anciana robando el cabello a los muertos, por lo que
decide darle una lección y ultrajarla a ella también —de la misma manera que la
anciana estaba haciendo con los cadáveres—. Tiene caracteres sobrenaturales,
detalles escabrosos y muy macabros. Con un aura y una atmosfera que espera
impactar al lector, desagradándole y haciéndole pensar en los hechos narrados
desde el sentido ético de la moralidad.
El segundo es un relato
metafórico sobre del yo y el ego. En «La nariz», el protagonista es un
monje budista que sufre por el tamaño de su nariz, lo que ejerce en él un gran
sentimiento de inferioridad al ser el foco de todas las burlas. Tal es su
obsesión con las narices —al comparar constantemente la suya propia con la de
los demás— que decide someterse a un tratamiento que implica, dolor,
aplastamiento y agua hirviendo. Pero todos estos esfuerzos no sirven para nada,
puesto que, al tener una nariz normal, sigue siendo el centro de las burlas,
aunque esta vez no es por su tamaño sino por haber cambiado su apariencia.
Finalmente, el monje decide que la gente se reirá de él, independientemente de
lo que haga y extraña su antigua nariz. La cual, vuelve a él, tras una noche
reparadora. Este relato, además de ingenioso es una metáfora sobre el
sentimiento de inferioridad, el intento por encajar en un modelo preestableció.
En el cuento de «Kesa y
Maritô» se nos narra un crimen y cómo se acontece. Puesto que está narrado
desde dos perspectivas en primera persona: Kesa y Maritô. El primero estaba
enamorado de Maritô en su juventud, y por lo que decide violarla tras comprobar
que ya no le agrada de esa manera tras el paso del tiempo. La segunda es una
mujer amargada tras un matrimonio fallido que es abusada, pero que tras el acto
incita al amante a matar a su marido por la vergüenza de tal acto. Finalmente,
y de forma subjetiva, puesto que ella misma nos narra la última parte de la
historia, desconocemos si Kesa realmente ha asesinado al marido de Maritô o si
verdaderamente ha vuelto para acabar con la vida de ella por obligarle a
realizar tal acto. Un relato sublime en cuento a técnicas narrativas, pero que
deja con un mal sabor de boca por la brutalidad y la fealdad interna de sus
personajes.
El relato de «En el
bosque» —junto con el de «Rashômon»— sirvieron de inspiración para la
realización de la película Rashômon de Akira Kurosawa (1950). Lo más
relevante de esta historia es la técnica narrativa fragmentada — a través de
los testimonios subjetivos de sus personajes— que puebla el conjunto del
relato. En él se nos narra un asesinato a través de diversas perspectivas,
dejando al lector con la duda al final de quien fue realmente el hacedor del
crimen. Teniendo como protagonistas a un ladrón, a un matrimonio joven recién
casados, y los distintos testigos de la historia. Sin duda, uno de los relatos
más ingeniosos y entretenidos de toda la antología.
«El biombo del
Infierno» podría ser considerado, persé, como una novela corta, debido a su
longitud y a la complejidad narrativa que desprende. El narrador personaje se
encarnará en la figura de una criada que conoció los hechos narrados de primera
mano, contándoselo a un lector implícito que bien podría ser el propio lector.
Teniendo como protagonista a un pintor de moralidad dudosa y alma oscura que
solo puede pintar aquello que ve de primera mano. Por lo que, tras una orden de
su señor de pintar los ocho anillos del infierno budista —al más puro estilo de
Dante en la Divina Comedia o de Oscar Wild con su Retrato de Dorian
Grey— decide atormentar a sus pupilos para inspirarse para su nuevo cuadro.
Paralelamente, se nos cuenta que el pintor tiene una hija que sirve en la casa
del señor, la cual es muy hermosa y a la que se insinia que tiene un afecto
especial hacia ella. Tras su rechazo (o abuso, puesto que no se nos aclara que
fue lo que realmente pasó), el señor usa a la hija para atormentar el alma
oscura de su padre, el pintor. Finalmente, la muchacha acabará siendo quemándola
viva, como él mismo deseaba pintar para concluir el encargo del cuadro, a modo
de represalia hacía su padre por parte del señor.
En el relato de «El
cuerpo de mujer» se nos describe la transformación de un hombre, que esta
durmiendo la siesta junto a su mujer, en una garrapata. La cual va escandalo
una montaña blanca que es el seno de la mujer, terminado el extraño sueño —que
podría haber sido real puesto que en la narración no se desmiente que esto
pasara o no, confundiendo realidad con ficción— con la admiración del marido por
la belleza de la joven. Como si fuera la por primera vez que viera realmente la
belleza del cuerpo semidesnudo de su mujer.
En último lugar tenemos
el relato de «Sennin», un cuento con moraleja que roza, sin duda, el realismo
mágico. Nos relata la ilusión de un hombre por convertirse en sennin,
por lo que es formado durante cuarenta años por una pareja que a cambio de su
servidumbre le prometen el secreto para convertirse en uno. Roza el absurdo,
puesto que no se ajusta a la realidad en lo que describe, de hecho, el criado
sale volando y se pierde en la lejanía del cielo agradecido por haber aprendido
a ser un sennin tras el engaño de la pareja. Un relato muy curioso y
divertido, en comparación con la oscuridad y la maldad de algunos de los demás
relatos de la antología.
En resumen, Akutagawa Ryûnosuke
marcó un antes y un después, dentro del panorama literario contemporáneo japonés.
Dejando tras de sí un legado irrepetible en cuyo cenit se encuentra el
desarrollo del género del cuento y del relato corto en Japón. Brindando de esta
manera un espacio a las innovaciones occidentales, pero sin olvidar los
detalles y la importancia de la fábula tradicional japonesa. De esta manera
Akutagawa se consolida como uno de los poco, y más representativos, cuentistas
contemporáneos. Cuya única meta será la de buscar el equilibrio perfecto entre
la manera de expresar la emotividad y la expresión de los sentimientos —a
través de la psicología de los personajes—desde la fidelidad literaria. De esta
manera encontramos, como ya hemos visto, una gran profunda y una compleja gama
de personajes: egoístas, frívolos, oscuros, llenos de misera y degradación
moral.
viernes, 15 de abril de 2022
Reseña: Una corte de rosas y espinas de Sarah. J. Mass.
Puntuación: 3,5/5
La verdad es que no esperaba mucho de esta saga. Hacía años que quería darle una oportunidad pero la tremenda fama y el hype del fandum me tiraba mucho para atrás. Me esperaba algo mucho más superficial y pasajero, con más clichés y elementos típicos de las novelas de fantasía juvenil. Ni por asomo me imaginaba que habría momentos +18 (light), que hubiera escenas tan duras (tortura, culpa, drogas, alusión a abuses sexuales, asesinatos, violencia, momentos de vida o muerte...) o que tratara temas más profundos que el tema principal de la novela: ser un retelling del cuento de la Bella y la Bestia.
lunes, 28 de marzo de 2022
Hermandad de la daga negra // Recomendación (sin spoiler) y orden de lectura.
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miércoles, 2 de marzo de 2022
Nuevo video: Miércoles de café #1
jueves, 24 de febrero de 2022
Reseña de Sangre y Ceniza de Jennifer. L Armentrout.
martes, 18 de enero de 2022
Dramaturgia de Medea sobre el texto de Fermín Cabal.
Dramaturgia de Medea en base al texto de Fermín Cabal.
La
idea principal de esta dramaturgia se basa en el texto de «Medea» de Fermín
Cabal, en concreto, en el fragmento perteneciente al acto III del espectáculo
teatral. Donde encontramos una conversación entre la propia Medea y el
personaje de la Nodriza, alternando la lógica y la emoción desenfrenada. Dos
atributos que luego compararemos, al llegar a la segunda parte del texto
extraído donde, en forma de monólogo, Medea dialoga con Jasón. Representando, entonces,
un intercambio de polos masculinos y femeninos, la lógica y la razón enfrentada
al ámbito íntimo y sentimental.
Comenzaremos
indagando en el término principal de este trabajo: el concepto de la «no madre».
Puesto que nos encontramos antes una renegación de la maternidad tradicional, o
más bien, de la identidad que adquiere una mujer tras adquirir dicho papel
dentro del sistema patriarcal en el que vivimos. Siendo la «no madre» un
concepto y una critica al papel tradicional de la mujer en la maternidad y
adquiriendo un nuevo ámbito reflexivo al extraer a Medea de esta posición.
Haciéndonos la siguiente pregunta: ¿Si una mujer no es una buena madre? ¿Qué es?
En
comparación con otros ámbitos en los que podríamos centrarnos a la hora de
abordar el personaje de Medea —como la «Medea mujer» o la «Medea extranjera»,
por ejemplo— vemos en este nuevo prisma una potencial critica a la visión que
se ha tenido de la mujer (como procreadora y madre) dentro del sistema
patriarcal. Al quitarle el peso de una maternidad forzada a la idea intrínseca
de «madre». Debido a esta idea encontramos el sentimiento de repulsión y
desagrado al imaginar una madre matando a sus propios hijos, puesto que se nos
ha educado en estos valores. Primero en la idea de la «buena madre» (aquella
que ama y protege a sus hijos de forma automática) y luego el concepto de
«mujer/madre» (puesto que la maternidad es aquello para lo que valía la mujer en
el constructo patriarcal de la «familia» para el correcto funcionamiento de la
polis). Bajo estas premisas podemos definir entonces a Medea como una «no
madre», no solo porque mata a sus hijos, sino por el motivo último de tales
acciones que justificaremos a continuación.
Bajo
la premisa de que las mujeres no han tenido jamás apellidos —de hecho, a día de
hoy, nuestros apellidos siguen procediendo de la rama paterna— encontramos a
una Medea que sufre al imaginar a sus hijos, no como una extensión de sí misma,
sino como una propiedad y el legado de su padre Jasón. Los hijos, dentro de la
cultura tradicional griega, pertenecen a las polis y al pater familias,
por lo que podemos ver en el rechazo de Medea ante su prole una crítica a este
hecho, además de a su posición de poder como «madre/mujer» dentro de esta
sociedad. Por lo tanto, la madre debe matar al vástago, el cual le opaca y la
define dentro de este papel binario de la sociedad. Rompiendo así con el
segundo precepto de la mujer bajo el prisma patriarcal «la buena mujer, madre y
esposa».
Sin
hijos Medea es libre: «pero cuando pase el dolor, volveré a ser virgen». Sin
prole que la una a Jasón ya no existe ese dinamismo entre polos, sino que, solo
queda Medea. «Los hijos son un vínculo perene con el padre». Por lo que podemos
hacernos, también las siguientes preguntas de cara a una posible puesta en
escena: Si una mujer no es madre ¿qué es para la sociedad? ¿Qué es una mujer
que ocupa el espacio del hombre?
Ante
esta pregunta abordaremos el último punto a tratar, puesto que existe en esta
forma de ver a Medea una intención de cambiar el papel dado a los progenitores.
Siendo la mujer la que no tiene sentimientos, la que hace uso de la violencia y
de la sangre para conseguir lo que desea, convirtiendo su voz en hechos,
mientras que Jasón adquiere el pesar y el llanto procedente de la pena velada e
íntima, fruto del hogar y del ámbito más emocional. Obteniendo así la frase
clave para esta dramaturgia que simbolizará y canalizará todo lo anteriormente
nombrado bajo el precepto de la «no madre»: «¡Ya basta llorón! ¿Quién es
aquí la hembra? ¿Quién posee los atributos del varón?».
Así
el sentimiento, que pertenece al ámbito de lo privado e íntimo, será de Jasón y
la idea de violencia y pertenencia (apropiación de la voz de sus hijos) va de
la mano de Medea. Tratando, por tanto, la idea patriarcal de la herencia y la
pertenencia: «Mis hijos son el fruto de mi vientre y a su madre se deben sin
excusa». Medea ha salido finalmente de esta dinámica hombre/mujer, pero tenemos
que preguntarnos: ¿Dónde se encuentra ahora? ¿Qué pasa cuando rompemos con
todos estos arquetipos de la sociedad? ¿Dónde se encuentra Medea, la Medea
asesina de sus hijos y de ella misma como parte de un “todo”? ¿Es acaso eso lo que
significa ser libre? Siendo estas preguntas las que deberían incomodar o quedar
grabadas en la mente del espectador tras observar el espectáculo.
Dicho
esto, procederé a añadir unos trazos sutiles sobre la puesta en escena de la
idea que se desarrolla en estas páginas. El espacio escénico debería ser simple
y liso, monocromático en cuanto a la iluminación, vestimenta y atrezzo. Para
dar mayor peso a la imaginación y a los silencios, procedentes de la palabra.
Puesto que sólo saldrá, como personaje, la propia Medea, siendo los demás
personajes representados mediante voces en off. El objetivo es ver a Medea sola
ante la escena, dialogando consigo misma, al tiempo que responde a los demás
personajes, pero sin la distracción de otros actores.
El espectador se encontrará de frente con
Medea, la cual oscilará sobre el único objeto que habrá en escena: un aro
fluorescente. El cual descansará en el centro del escenario, pero que Medea
podrá ir cambiando de lugar, cogiéndolo o quedándose dentro del espacio que define.
El punto fuerte de esta escena será como Medea contestará a las voces en off al
tiempo que se desplaza fuera y dentro del espacio trazado por el aro
representando así un «a dentro» y un «a fuera». Simbología de la dualidad y el
dilema moral de la protagonista.
MEDEA
¿Tan terrible te
parece la muerte?
¡Morir, morir!
¡Como los griegos
tiemblas ante la
muerte!
¿No ves que nuestro
padre Helios,
el divino sol
resplandeciente, muere ensangrentado
todas las tardes, y
regresa sin tardanza
otra vez por la
mañana?
¡La muerte no es
sino un descanso,
el lugar, quizá,
donde se realizan los sueños!
Descanse Glauce, y
descanse Creonte,
y descansen mis
hijos, criaturas inocentes,
pero ese Jasón,
ese semental engreído,
no tendrá descanso. ¡Su sufrimiento
no ha hecho más que
comenzar!
¡Aún no imagina lo
que le espera!
NODRIZA
¿Tus hijos? ¿Qué
descansen tus hijos, dices?
¡Ay, temo que estás
tramando otra nueva iniquidad!
MEDEA
Mis
hijos son el fruto de mi vientre
y a su madre se deben sin excusa.
Ellos me ayudaron a
acabar con Glauce,
llevándole los
arteros regalos,
y ahora me ayudarán
a castigar a su padre,
hiriéndole en lo
más profundo del corazón,
allí donde reposan
los sentimientos.
¡Llorará Jasón,
llorará sin cuenta, por los días
de sus días! Y
como, a pesar de su apariencia
guerrera, es de
ánimo indeciso,
su suplicio se
prolongará inútilmente
hasta que un dios,
apiadado,
le dé caritativa
muerte,
al ver que su
cobardía le impedía
acabar por su
propia espada.
NODRIZA
¡Pero si algo les
haces a esos niños,
desdichada, tú
también llorarás!
MEDEA
Lloraré, sí, ya
estoy llorando… Pero más habré
de llorar si les
arrastro conmigo, pues los hijos
son un vínculo
perenne entre los esposos.
Viéndoles crecer,
yo veré crecer también a Jasón.
Viéndoles crecer,
yo veré también crecer mi error.
Viéndoles crecer yo
seré esclava de contradictorios
sentimientos, mientras
Jasón, reposado,
ausente la
preocupación de su cabeza,
sabiendo que sus
vástagos están siendo educados,
olvidará a Glauce y
a la demente Medea,
y encontrará
consuelo en otra presa de su concupiscencia.
¡No!
Nodriza, es
justo y necesario que ellos mueran
para que su madre
quede libre y pueda volver
a sonreír dentro de
un tiempo,
aunque ahora
tenga que llorar
sangre, y bilis, y las más
ásperas lágrimas. Pero, como el
sacerdote
de nuestro culto,
por la sangre saldré purificada.
NODRIZA
¡Oh, Medea,
apiádate de esas criaturas!
MEDEA
¡Ni tú ni yo
sabíamos, pero los dioses
han querido que nacieran
muertos!
Preocúpate ahora de
ti misma;
¿no ves que los
corintios
obligados por las
leyes de la venganza
no van a respetar
tu vida?
¡Calla y
apresúrate!
MEDEA
¡Ya
basta llorón! ¿Quién es aquí la hembra?
¿Quién posee los atributos del varón?
Vuelve a tu casa e
incinera a tus hijos,
tal como hacemos en
la Cólquide,
antes de que los
griegos acudan
a profanar sus
cadáveres. Pobres cuerpecillos,
¡vuestra madre os
va a echar de menos!
Pero toda esta
desgracia tenía que suceder
para aplacar la
muerte de mi hermano.
Yo traicioné a mi
patria y a mi estirpe
por seguirte,
Jasón, y contraje una enorme deuda.
Y hoy la estoy
pagando toda entera.
Pero
cuando pase el dolor, volveré
a ser virgen,
como
antes de conocerte,
y me será devuelto
mi reino y mi inocencia.
¡Apártate ahora,
Jasón, y envaina tu espada!
¡Ya viene el carro
de Egeo
empujado por mi
padre el sol!
¡Mirad! ¿Quién
puede decir
que los dioses no
me son propicios?
¡Oh, alma mía, es
la hora de partir,
no desfallezcas!
¡Oh, padre sol, que el pueblo entero
sea testigo del
poder de tu mano!