domingo, 7 de abril de 2019

Análisis Otelo de William Shakespeare


*NOTA: Todos los Análisis Literarios que reseñare en el blog no están exentos de  spoilers de forma inevitable. Con el fin de entender en profundidad y reflexionar sobre la obra es necesario destripar acciones, personajes y tramas con el fin de llegar a tender la obra de una forma muchos más detenida.* 


INCISO: Este análisis fue creado y pensado para ser adaptado a un fragmento en concreto (acto III, escena iii).  

La obra de Otelo es, junto a Hamlet, Macbeth o el Rey Lear, una de las obras trágicas más aclamadas del escritor inglés William Shakespeare. Fue escrita sobre el año 1603 y representada alrededor del 1604 en el palacio de Whitehall de Londres. La obra tiene como personaje principal a Otelo, el moro de Venecia y la trama se centra en el tema de las pasiones, de la venganza, el odio y, sobre todo, los celos. La tragedia se divide en cinco actos, con sus respectivas escenas y cuyo clímax podemos ubicarlo entre el cuarto y quinto acto.

Su autor, William Shakespeare, tiene una larga producción teatral donde encontramos obras de todo tipo, como por ejemplo, sus dramas históricos con Antonio y Cleopatra, o las tragicomedias de Romeo y Julieta, sus comedias con Mucho ruido y pocas nueces y por último sus tragedias como Otelo, entre otras muchas. Estas últimas – refiriéndonos a sus famosas obras trágicas y dramáticas – fueron las que alcanzaron un mayor prestigio literario según la critica y con el paso del tiempo. Su etapa más prolifera como escritor se centra, sobre todo, durante su etapa como actor y director de teatro en la “The Globe” en Londres. Sobre su biografía y vida personal se conoce muy poco y tan solo podemos vislumbrar algunos detalles de su etapa en Londres. Lo que sí sabemos es que Otelo posiblemente fue escrito después de Hamlet y que, tras esta, se escribieron Rey Lear y Macbeth, como un dato curioso a remarcar.

Pero lo que sí sabemos con suma certeza es que el momento historico en el que Shakespeare vivió, durante aquellos años del teatro isabelino, tuvieron una gran influencia para sus obras. William Shakespeare caminó entre la línea de un Renacimiento tardío y principios del Barroco, lo que le da una visión más amplia de estas dos etapas literarias, enriqueciendo de esta forma su obra. En esta epoca, y con respecto a la forma de ver y vivir el teatro, hay que tener muy en cuenta que esta práctica estaba moralmente ligada con la vida criminal y la amoralidad de la baja sociedad. La localización de dichos edificios teatrales – como el teatro The Globe anteriormente mencionado – se encontraban ubicada a las afueras de la comunidad. Dichos edificios eran espacios donde la gente se agrupaba según su condición social a lo largo de todo el recinto, y en donde – justamente en la zona del gallinero – había una tarima a la altura de los ojos de los espectadores, siendo esta la peor zona para vislumbrar la obra teatral. Había varios niveles como balcones o pasarelas, por otro lado, las escenas podían dividirse con biombos o telas, aunque no había un telón como hoy en día lo conocemos. Lo que podía dificultar gravemente la dramaturgia del autor/ director de la epoca.
Es importante recalcar, desde una perspectiva aplicada a la obra de Otelo, que en dicha obra encontramos una gran cantidad de cambios de escenarios (desde un edificio público o aun palacio, una plaza, etc.)  y estas representaciones se beneficiaban de la imaginación de sus espectadores para llevarse a cabo ante tan variado cambio de escenario. En Otelo, además, hay una gran cantidad de personajes que entran y salen constantemente por entre las diversas escenas, dándole a la obra un carácter muy vivo y dinámico. Un buen ejemplo de esto son las salidas de escena de Yago, para proclamar sus intenciones o hablar dirigiéndose al público sin que lo que diga afecte al resto de personajes de la escena.

En el teatro isabelino, y es otro detalle importante para entender las obras teatrales de la epoca, el papel de las mujeres en escena no podían ser ejercidas por las propias mujeres, ya que dichos papeles femeninos, los llevaban a acabo jóvenes mancebos a quienes todavía no le había cambiado la voz, de modo que la moral y el honor de las mujeres no fuera mancillado. Este detalle esta muy ligado a la concepción moral que se tenía del teatro, ya que, no era apropiado que una mujer se dedicara a esta tarea de tan baja estima social. Y esto daba a situaciones bastante cómicas dentro de la escena teatral en la que han quedado constancia en varias ocasiones y a lo largo de las obras del propio Shakespeare. 
De nuevo y centrándonos en la obra de Otelo, al menos para la época en la que fue escrita, tuvo que ser de una mayor dificultad a la hora de ser representarla la gran profundidad psicológica que gozaban los personajes de Shakespeare. Sobre todo dichos personajes sobresalen, si los comparamos con otras obras literarias de la producción inglesa no muy lejanas a Shakespeare, como por ejemplo, en Los Cuentos de Canterbury de Chauser. Cuyos personajes son puramente estereotipados con las diferentes personalidades de la epoca. No podemos comparar las cavilaciones de Yago o la duda existencial que pasa Otelo en esta obra con los dispares personajes que alberga Los cuentos de Canterbury como “El caballero” o “la monja”, cuyas virtudes van ligadas a sus respectivos defectos. Algo sumamente usual en la tradición literaria anglosajona.

Centrándonos ya, y más concretamente, en el fragmento a analizar procedente del acto tercero, escena segunda de Otelo. Podemos decir que el monologo que se nos presenta lo llevan a cabo el protagonista de la obra, Otelo y el antagonista, Yago. Además de que el conflicto dramático que envuelve a la obra entera se ve reflejado a la perfección en el fragmento. En él el personaje de Otelo, quien confía ciegamente en la lealtad de su amigo y camarada, es engañado por Yago quien siembra la semilla de la duda, levantando las pasiones y desembocando en la catarsis del clímax final con la muerte de Desdémona. Podríamos decir que, a lo largo de la obra, y en este fragmento, lo que se pone en duda todo el tiempo son las apariencias. Por ejemplo, Otelo al principio de la obra es acusado por su apariencia de moro, a pesar de que su reputación y valores morales son muy altos. Mientras que Yago, caballero, cristiano y amigo leal acabará demostrando su naturaleza vil y malvada. Por lo que, podríamos decir, que el juego que se nos plantea y que en el fragmento se nos revela con la duda sobre la apariencia angelical y pura de Desdémona, no es más que un juego de equivalencias entre lo que “es” y lo que “aparenta ser”. Sobre la naturaleza “buena” o “mala” del hombre y, sobre todo, la ambigüedad entre la razón y las pasiones reflejada en las acciones y personalidades de los personajes de la obra.

Un ejemplo de todo esto seria el propio personaje de Yago, ya que para poder engañar y manipular al resto de personajes para que hagan lo que a el más le conviene hace gala de sus inteligencia y astucia, al mismo tiempo que sus motivaciones son casi tan pasionales como las que llevarán a Otelo a su perdición. Hablando de esta tendencia de Yago, vislumbramos en el fragmento (cosa que ya sabíamos desde el principio por boca del mismo) como usa las palabras de una forma adecuadas para parecer cauto y de fiar, mientras que con su expresión corporal dice todo lo contrario, mandándole así el mensaje de duda a Otelo. Todas estas manipulaciones, tanto con el pañuelo o los engaños a unos y a otros, da a entender por medio de actitud una conducta que no es propia de su rango social (otro tema muy importante dentro de la obra) como hombre y soldado. En cambio, vemos como su forma de hacer las cosas da a una actitud más propia de una mujer, dicha actitud esta muy fuertemente criticada a lo largo de toda la obra en las figuras de Desdémona, Emilia y Bianca. Un hombre no tiene porque usar la astucia y la manipulación cuando tiene la fuerza y una espada para solucionar su problema, y así mismo lo vemos en todas las reacciones de los hombres de la obra que son engañados por estas “tratas de mujer” provenientes de Yago.

Porque inclusive, a esta paradoja de personalidades se le suma el papel de la mujer en la obra ejercida por el personaje de Desdémona. La cual aparenta (y al final se demuestra que lo es) ser pura, angelical y virgen, pero al igual que Yago aparenta ser leal ante Otelo y este a su vez, por el simple hecho de ser moro (quien debería ser alguien del que no te puedes fiar) también se alberga prejuicios desde un principio, Desdémona acabará bajo el yugo de las sospechas sobre su persona. Este juego de doble filos morales se extenderá por toda la obra e impregnará cada personaje, acabando todo en una gran tragedia con la muerte de los personajes de mayor valor moral: Otelo, Desdémona, Emilia y Rodrigo (aunque este último no tengo del todo claro si es un personaje oscuro que intenta hacer lo mejor para su situación o un personaje bueno al que se le corrompe hasta la médula). La duda es lo que acaba finalmente desatando las pasiones de Otelo, Yago por medio de su astucia, de su inteligencia, es capaz de levantar pasiones tan fuertes como el odio, la venganza o los celos. Los cuales acaban siendo justificados en dos momentos de la obra con la “influencia de la luna”.

La posición de la mujer también es muy interesante de analizar en esta obra, porque, tan solo aparecen tres de ellas a lo largo de la obra: Desdémona, la joven esposa de Otelo, la cual acabará siendo asesinada por su lealtad a su señor, Emilia quien es esposa de Yago y podríamos describirla como una mujer madura y fiel a la verdad y Bianca, una prostituta que a pesar de su profesión no parece tener actitudes deshonrosas. Con respecto a esta última encontramos una escena muy curiosa en el acto quinto, donde Yago la incrimina en el intento de asesinato de Cassio por el simple hecho de su profesión, de nuevo todo a acusa de lo que aparenta. De nuevo sale a relucir este termino y a su vez tiene unas consecuencias que más temprano que tarde acabaran por ser mortales.

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