martes, 18 de enero de 2022

Dramaturgia de Medea sobre el texto de Fermín Cabal.

 

Dramaturgia de Medea en base al texto de Fermín Cabal.

La idea principal de esta dramaturgia se basa en el texto de «Medea» de Fermín Cabal, en concreto, en el fragmento perteneciente al acto III del espectáculo teatral. Donde encontramos una conversación entre la propia Medea y el personaje de la Nodriza, alternando la lógica y la emoción desenfrenada. Dos atributos que luego compararemos, al llegar a la segunda parte del texto extraído donde, en forma de monólogo, Medea dialoga con Jasón. Representando, entonces, un intercambio de polos masculinos y femeninos, la lógica y la razón enfrentada al ámbito íntimo y sentimental.

Comenzaremos indagando en el término principal de este trabajo: el concepto de la «no madre». Puesto que nos encontramos antes una renegación de la maternidad tradicional, o más bien, de la identidad que adquiere una mujer tras adquirir dicho papel dentro del sistema patriarcal en el que vivimos. Siendo la «no madre» un concepto y una critica al papel tradicional de la mujer en la maternidad y adquiriendo un nuevo ámbito reflexivo al extraer a Medea de esta posición. Haciéndonos la siguiente pregunta: ¿Si una mujer no es una buena madre? ¿Qué es?

En comparación con otros ámbitos en los que podríamos centrarnos a la hora de abordar el personaje de Medea —como la «Medea mujer» o la «Medea extranjera», por ejemplo— vemos en este nuevo prisma una potencial critica a la visión que se ha tenido de la mujer (como procreadora y madre) dentro del sistema patriarcal. Al quitarle el peso de una maternidad forzada a la idea intrínseca de «madre». Debido a esta idea encontramos el sentimiento de repulsión y desagrado al imaginar una madre matando a sus propios hijos, puesto que se nos ha educado en estos valores. Primero en la idea de la «buena madre» (aquella que ama y protege a sus hijos de forma automática) y luego el concepto de «mujer/madre» (puesto que la maternidad es aquello para lo que valía la mujer en el constructo patriarcal de la «familia» para el correcto funcionamiento de la polis). Bajo estas premisas podemos definir entonces a Medea como una «no madre», no solo porque mata a sus hijos, sino por el motivo último de tales acciones que justificaremos a continuación.

Bajo la premisa de que las mujeres no han tenido jamás apellidos —de hecho, a día de hoy, nuestros apellidos siguen procediendo de la rama paterna— encontramos a una Medea que sufre al imaginar a sus hijos, no como una extensión de sí misma, sino como una propiedad y el legado de su padre Jasón. Los hijos, dentro de la cultura tradicional griega, pertenecen a las polis y al pater familias, por lo que podemos ver en el rechazo de Medea ante su prole una crítica a este hecho, además de a su posición de poder como «madre/mujer» dentro de esta sociedad. Por lo tanto, la madre debe matar al vástago, el cual le opaca y la define dentro de este papel binario de la sociedad. Rompiendo así con el segundo precepto de la mujer bajo el prisma patriarcal «la buena mujer, madre y esposa».

Sin hijos Medea es libre: «pero cuando pase el dolor, volveré a ser virgen». Sin prole que la una a Jasón ya no existe ese dinamismo entre polos, sino que, solo queda Medea. «Los hijos son un vínculo perene con el padre». Por lo que podemos hacernos, también las siguientes preguntas de cara a una posible puesta en escena: Si una mujer no es madre ¿qué es para la sociedad? ¿Qué es una mujer que ocupa el espacio del hombre?

Ante esta pregunta abordaremos el último punto a tratar, puesto que existe en esta forma de ver a Medea una intención de cambiar el papel dado a los progenitores. Siendo la mujer la que no tiene sentimientos, la que hace uso de la violencia y de la sangre para conseguir lo que desea, convirtiendo su voz en hechos, mientras que Jasón adquiere el pesar y el llanto procedente de la pena velada e íntima, fruto del hogar y del ámbito más emocional. Obteniendo así la frase clave para esta dramaturgia que simbolizará y canalizará todo lo anteriormente nombrado bajo el precepto de la «no madre»: «¡Ya basta llorón! ¿Quién es aquí la hembra? ¿Quién posee los atributos del varón?».

Así el sentimiento, que pertenece al ámbito de lo privado e íntimo, será de Jasón y la idea de violencia y pertenencia (apropiación de la voz de sus hijos) va de la mano de Medea. Tratando, por tanto, la idea patriarcal de la herencia y la pertenencia: «Mis hijos son el fruto de mi vientre y a su madre se deben sin excusa». Medea ha salido finalmente de esta dinámica hombre/mujer, pero tenemos que preguntarnos: ¿Dónde se encuentra ahora? ¿Qué pasa cuando rompemos con todos estos arquetipos de la sociedad? ¿Dónde se encuentra Medea, la Medea asesina de sus hijos y de ella misma como parte de un “todo”? ¿Es acaso eso lo que significa ser libre? Siendo estas preguntas las que deberían incomodar o quedar grabadas en la mente del espectador tras observar el espectáculo.

Dicho esto, procederé a añadir unos trazos sutiles sobre la puesta en escena de la idea que se desarrolla en estas páginas. El espacio escénico debería ser simple y liso, monocromático en cuanto a la iluminación, vestimenta y atrezzo. Para dar mayor peso a la imaginación y a los silencios, procedentes de la palabra. Puesto que sólo saldrá, como personaje, la propia Medea, siendo los demás personajes representados mediante voces en off. El objetivo es ver a Medea sola ante la escena, dialogando consigo misma, al tiempo que responde a los demás personajes, pero sin la distracción de otros actores.

 El espectador se encontrará de frente con Medea, la cual oscilará sobre el único objeto que habrá en escena: un aro fluorescente. El cual descansará en el centro del escenario, pero que Medea podrá ir cambiando de lugar, cogiéndolo o quedándose dentro del espacio que define. El punto fuerte de esta escena será como Medea contestará a las voces en off al tiempo que se desplaza fuera y dentro del espacio trazado por el aro representando así un «a dentro» y un «a fuera». Simbología de la dualidad y el dilema moral de la protagonista.


MEDEA

¿Tan terrible te parece la muerte?

¡Morir, morir! ¡Como los griegos

tiemblas ante la muerte!

¿No ves que nuestro padre Helios,

el divino sol resplandeciente, muere ensangrentado

todas las tardes, y regresa sin tardanza

otra vez por la mañana?

¡La muerte no es sino un descanso,

el lugar, quizá, donde se realizan los sueños!

Descanse Glauce, y descanse Creonte,

y descansen mis hijos, criaturas inocentes,

pero ese Jasón, ese semental engreído,

no tendrá descanso. ¡Su sufrimiento

no ha hecho más que comenzar!

¡Aún no imagina lo que le espera!

 

NODRIZA

¿Tus hijos? ¿Qué descansen tus hijos, dices?

¡Ay, temo que estás tramando otra nueva iniquidad!

 

MEDEA

Mis hijos son el fruto de mi vientre

y a su madre se deben sin excusa.

Ellos me ayudaron a acabar con Glauce,

llevándole los arteros regalos,

y ahora me ayudarán a castigar a su padre,

hiriéndole en lo más profundo del corazón,

allí donde reposan los sentimientos.

¡Llorará Jasón, llorará sin cuenta, por los días

de sus días! Y como, a pesar de su apariencia

guerrera, es de ánimo indeciso,

su suplicio se prolongará inútilmente

hasta que un dios, apiadado,

le dé caritativa muerte,

al ver que su cobardía le impedía

acabar por su propia espada.

 

NODRIZA

¡Pero si algo les haces a esos niños,

desdichada, tú también llorarás!

 

MEDEA

Lloraré, sí, ya estoy llorando… Pero más habré

de llorar si les arrastro conmigo, pues los hijos

son un vínculo perenne entre los esposos.

Viéndoles crecer, yo veré crecer también a Jasón.

Viéndoles crecer, yo veré también crecer mi error.

Viéndoles crecer yo seré esclava de contradictorios

sentimientos, mientras Jasón, reposado,

ausente la preocupación de su cabeza,

sabiendo que sus vástagos están siendo educados,

olvidará a Glauce y a la demente Medea,

y encontrará consuelo en otra presa de su concupiscencia.

¡No!

Nodriza, es justo y necesario que ellos mueran

para que su madre quede libre y pueda volver

a sonreír dentro de un tiempo, aunque ahora

tenga que llorar sangre, y bilis, y las más

ásperas lágrimas. Pero, como el sacerdote

de nuestro culto, por la sangre saldré purificada.

 

NODRIZA

¡Oh, Medea, apiádate de esas criaturas!

 

MEDEA

¡Ni tú ni yo sabíamos, pero los dioses

han querido que nacieran muertos!

Preocúpate ahora de ti misma;

¿no ves que los corintios

obligados por las leyes de la venganza

no van a respetar tu vida?

¡Calla y apresúrate!

 

MEDEA

¡Ya basta llorón! ¿Quién es aquí la hembra?

¿Quién posee los atributos del varón?

Vuelve a tu casa e incinera a tus hijos,

tal como hacemos en la Cólquide,

antes de que los griegos acudan

a profanar sus cadáveres. Pobres cuerpecillos,

¡vuestra madre os va a echar de menos!

Pero toda esta desgracia tenía que suceder

para aplacar la muerte de mi hermano.

Yo traicioné a mi patria y a mi estirpe

por seguirte, Jasón, y contraje una enorme deuda.

Y hoy la estoy pagando toda entera.

Pero cuando pase el dolor, volveré

a ser virgen, como antes de conocerte,

y me será devuelto mi reino y mi inocencia.

¡Apártate ahora, Jasón, y envaina tu espada!

¡Ya viene el carro de Egeo

empujado por mi padre el sol!

¡Mirad! ¿Quién puede decir

que los dioses no me son propicios?

¡Oh, alma mía, es la hora de partir,

no desfallezcas! ¡Oh, padre sol, que el pueblo entero

sea testigo del poder de tu mano!